Mando que a la hora de mi muerte no atormenten más mi espíritu con gritos intempestivos, jesuseos de ahorcado, llantos en la pieza, conjuros contra diablos y otras diligencias que suelen tenerse ensayadas para esta hora.

Tales gritos, alharacas y zambras ridículas, al pobre enfermo, si es tímido y escrupuloso, y a esto agrega sus puntas de fanático, lo asustan, acobardan y acaban de hacerlo morir; y si no es fanático, ni tonto, lo incomodan con recitaciones frías, mal concebidas y peor dichas, sin gracia, sin unción, sin fuego y sólo sonsonetadas y por costumbre. Un sacerdote sabio en este caso vale más que mil agonizadores necios. Éste sabrá derramar en mi alma el bálsamo dulce de la confianza en el Padre de las Misericordias, alentar mi espíritu con la esperanza de los premios eternos y difundir la tranquilidad por toda mi alma, con los augustos consuelos de la religión.

Item: mando que no bajen mi cuerpo de la cama al suelo, ni menos que se me dé sepultura sino después de las veinte y cuatro horas, para evitar el chasco de que una asfixia me haga parecer muerto y vaya a acabar de morir a la sepultura.

Item: mando que no me velen. Las velas son inútiles a los enfermos; pero muertos, de nada sirven, sino de advertir holgazanes y tal vez enfermar a los dolientes.

Item: mando que no se me pongan cuatro velas. Tal uso es reliquia de los gentiles, y yo he dicho que soy cristiano. Con una luz que haya en el cuarto en que esté, sobra para que no se den un tropezón conmigo.

Item: mando que no se me amortaje a lo fraile, sino a lo soldado, que es el traje que me ha consignado la nación. Una levita, o un piti sobre pantalón blanco es más bonito que un saco de fraile; y si no tiene indulgencias, tampoco cuesta doce pesos.

Item: mando que para que mi mujer no ande en dimes y diretes con el cura, de lo mejor parado de mis bienes se venda lo que pueda, hasta ajustar siete pesos cuatro reales que se darán de lo que llaman derechos, y nada más.

Item: mando que mi familia no se ponga luto sino los nueve días primeros, y eso por no chocar tan de frente con la preocupación.

Item: encargo a mis amigos que sobre la blanda tierra de mi sepulcro, o más bien en sus corazones, graben el siguiente sencillo epitafio:

AQUÍ YACEN LAS CENIZAS DE EL PENSADOR MEXICANO, 

QUIEN HIZO LO QUE PUDO POR SU PATRIA.

MI DESPEDIDA

Debo comenzar, amigos míos, por vosotros, dándoos mil gracias por la amistad que me habéis dispensado tantos años, despidiéndome para siempre de vosotros.

A LOS GACHUPINES

De vosotros, amigos, me despido asegurándoos que jamás he igualado a todos con un nivel.

Estoy seguro de que todos los hombres somos unos, todos tenemos vicios y virtudes, y así he declamado en mis escritos contra los españoles orgullosos, ingratos y enemigos de la patria; he deseado siempre la separación de éstos de entre nosotros, y siempre tendré esta unión por mal agüero contra la independencia de la América. Pero también he sido el panegirista de los buenos. Así como he reprobado la conducta cruel de un Bataller, Concha,etcétera, así he preconizado las virtudes de un don Nicolás del Puerto, de un Mina y de un O’Donojú.

A LOS CANÓNIGOS

A estos padres tampoco he aborrecido, pero me ha mortificado mucho su borbonismo y su criminal apatía en no querer colocar las armas de la América sobre la fachada de Catedral.Yo me despido de sus señorías encargándoles que sean independientes y quedamos amigos.

A LOS FRAILES Y CLÉRIGOS GERUNDIOS

Hermanos: habéis tenido buen cuidado de desacreditarme en el púlpito, asegurando que soy enemigo vuestro y de la religión, y por Dios que mentís como bellacos. En favor de nuestra santa religión escribí el año de 1813 una apología, que acaso ni habéis visto. Leedla, os ruego, para que aprendáis.

El año de 1812 escribí otro apologético en favor de la inmunidad eclesiástica, que me costó ocho meses de prisión, lo que prueba que nunca he aborrecido al clero, sino sus abusos.

A LOS FANÁTICOS EN GENERAL

Vosotros estáis contentos con mi enfermedad, atribuyéndola a castigo de mis discursos. Decidme, almas de alcornoque, ¿y los que escriben halagando vuestro fanatismo, por qué se mueren? Sois muy salvajes, Dios os perdone.

El Pensador

(Fragmento del Testamento y Despedida de El Pensador Mexicano, 1827). Foto de la web.

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